Hoy tenía algunas cosas que hacer, pero al final, he hecho otras.
Tenía que presentar el modelo del IVA del cuarto trimestre, y de paso el resumen anual. Ayer me quedé haciendo el libro de cuentas hasta las tantas, y rellené el modelo trimestral. El resumen pensaba comprarlo esta mañana, antes de ir a Hacienda.
He bajado a comprar el modelo de resumen anual (el 390, despistados), pero en el estanco de enfrente me han dicho que hay que ir a comprarlo a Hacienda, que no lo venden en los estancos. De camino, he pasado por otro, en el que me han dicho que sí lo han tenido otros años, pero que éste aún no habían ido a por él.
He llegado a Hacienda.
En el mostrador, la señorita que atiende, ha terminado de ver un vídeo chorra de diez minutos de Youtube antes de preguntarme qué quería (podría haberle quitado el volumen para que yo pensara que estaba trabajando, pero para qué). Me ha dicho que hasta el 14 de enero no tendrían el formulario (¿y para qué se abre el plazo el día 1, me pregunto yo?).
Le he dicho que si me cogía el resumen trimestral, aunque fuera, y me ha dicho que no, que mucho mejor todo junto, y así me ahorraba un viaje. Le he hecho notar que ya me había hecho un viaje –éste mismo–, y que entonces habría sido inútil, y que de todas formas me tocaba hacer dos viajes, y ella ha ganado: no me lo ha cogido.
Me he vuelto a casa.
Un vecino me ha reñido por algo de los recibos de ahora, y cuando le he recordado que hace dos trimestres que ya no soy presidente, me ha reñido por otra cosa que no he acertado a entender.
He ido a cortarme el pelo.
Mi frente continúa su expansión, inexorable. Documentos probatorios:


Asco de mañana. Y la genética… bueno, digamos que quien a los suyos parece, honra merece.