Yo la quería.
La trataba bien.
Si ella no quería, ni la miraba ni la tocaba
(bueno, a lo mejor la miraba con el rabillo del ojo).
Nunca abusé de ella.
La usaba lo justo.
Es verdad que tampoco le compré regalos.
Ni ropa
(la que venía de serie me gustaba).
Y que por las noches la colgaba de una argolla que hay en un armarito.
Y que quizá hacía frío ahí arriba.
Ya hubo un amago de ruptura que se solucionó poniéndole un nuevo anillo
(cómo son las mujeres).
Pero no había previsto esto.
No sé qué hacer.
Creo que es el final.
miércoles, 4 de junio de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
¡Ma-na-zas!
Hay que ir con más mimo.
Ja ja ja, qué bonito y triste a la vez ja ja ja.
Un saludo
Las rupturas siempre son drámaticas. La mejor manera de afrontarlas con entereza es enfrascarse en una contundente limpieza general (no olvide los altillos)
Y acepte con humildad los jocosos comentarios sobre su incapacidad para mantener relaciones duraderas
Eo, que luego decís que sólo leo y no comento. Mañana cenuki. Llevamos vino.
Besillos chicos a los dos!
Venga actualizad un poquico, joer!!
Un saludo
TH, nos vemos en un ratico. Gracias por le comentario.
Felipe, qué agonías, leñe, que ya está actualizado.
Doctor, su crueldad no conoce límites, y ha salido el nuevo Naufraguito.
Rosa, fue sin querer.
Slurps!
Publicar un comentario